Guadalupe tiene 17 años, y como toda chica de su edad, tiene sueños. A ella se le cumplió uno muy importante hace muy poco. Después de más de 10 años de jugar al voley, fue convocada para jugar en la Selección Nacional Juvenil, las panteritas. “El momento en el que me contaron fue así: estaba jugando a mi juego favorito y me llega una llamada de mi entrenador. Hasta ahí todo normal, lo que no entendía era por qué apareció mi mamá y empezó a filmar mientras hablaba. Entonces me dan la noticia, y mi mamá empezó a llorar, y vino mi papá. Un ratito después me llamo el entrenador de la Selección y me contó cómo nos íbamos a manejar para entrenar en contexto de pandemia, y acá estoy, entrenando todos los días a full”, recuerda Guadalupe. Cuando el esfuerzo cotidiano se traduce en un logro, la satisfacción es más profunda, y las bases de ese éxito, más duraderas. Por eso, veamos cómo fueron los inicios de Guadalupe Aguirre con el voley.
La historia de Guada en el Poli arranca temprano. A los 7 años empezó a jugar, de la mano de su mamá, Liliana Baldonado, que ya jugaba allí. Un año después ya estaba federada y recién a los 16 años decidió probar otra experiencia y empezó en el Club Ciudad de Buenos Aires.
“Mi recorrido por este deporte fue a través de competencias, torneos, viajes, experiencias únicas que volvería a repetir. Tuve la oportunidad de representar a la provincia cinco veces seguidas, lo que me pone muy contenta, con Tortuguitas clasificamos varías veces a la Copa Argentina, y más de una vez pusimos a Malvinas Argentinas en el podio. Pero lo más importante, mi parte favorita, son las personas que te deja el deporte”, sostiene Guadalupe.
Guada viene de una familia deportista. Su mamá fue jugadora y actualmente es entrenadora, su hermano es jugador de voley en el mejor equipo masculino del país, y su papá, dice Guada “siempre acompañándonos. Tengo una familia que entiende el sentimiento, y me da el apoyo que necesito siempre”. Además, destaca que sin el apoyo de los padres, sostener la presencia de los jugadores en los torneos es imposible.Liliana Baldonado, la mamá de Guada, tuvo mucho que ver en la trayectoria de su hija y lo recuerda así. “Comenzó a ir a la Cooperativa de mi mano, ya que en ese tiempo yo jugaba en mayores en el club. Amo el voley desde muy chica juego desde los 10 años. Un día Israel Morel y El Gaita me pidieron que lleve a Guada a jugar y así arrancó. Recuerdo que yo no quería federarla porque era muy chiquita, pero ellos insistieron… ¡y acá estamos! Viviendo el fruto de todo su esfuerzo y dedicación”, dice. Liliana recuerda cuando en “un abierto de voley, con el estadio lleno, mientras Guada jugaba le grité “Dale, Guadi!” Y una mamá me dijo “te escuchará?” Y en ese momento Guada se da vuelta y me mira. Y le dije a la mamá: “Aunque estemos en estadios más grandes, Guada siempre me va a escuchar”.
“El rol que cumplio el Polideportivo fue básicamente formarme como jugadora, en lo técnico y en lo humano. Me siento en casa cuando entro ahí”, die Guada. Jorge Bellendier, director de deportes del Polideportivo, celebra el “buen momento deportivo del Poli dentro de este contexto complicado” y asegura que el logro de Guadalupe “está apuntalado por un grupo de trabajo entre la jugadora, el director técnico y la institución”.
Guada reconoce el trabajo sostenido y amoroso de sus entrenadores. “Tuve la suerte de estar con Israel Morel, ya desde la categoría de menores, y después cambiando de categoría, con Marcelo Fernández (el Gaita), con quien sigo en el Club Ciudad de Bs As, ellos fueron quienes me formaron, con paciencia y dedicación. Creo si no hubiera tenido tantas buenas experiencias como las que tuve con Tortuguitas, no estaría donde estoy”, sostiene.
Guada es muy agradecida de lo que el voley le dio, a través de su familia, de sus entrenadores, del Poli y de sus amigos, “porque siempre cuento con su apoyo, en la buenas y en las malas. El voley representa como el 70% en mi vida. Me encantaría poder vivir del deporte, me haría muy feliz”.